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Acoso
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3 de abril de 2019 El tema del acoso sexual es complicado. Una gran cantidad de mujeres lo han sufrido, pero la mayoría de ellas no puede demostrarlo. Esta imposibilidad ha llevado tristemente a sufrir una doble violencia: la del acoso y la injusticia; en peores casos han tenido que padecer una violencia triple: el acoso, la impunidad y la humillación cuando el acosador ha logrado librar las acusaciones por falta de pruebas.
Esta es quizá la razón fundamental por la que muchas mujeres callan el acoso que han padecido. Es vox populi que en el medio del espectáculo no basta con ser talentosa o muy bonita, ambas cosas incluso, sino que para lograr una oportunidad de obtener un papel o trabajo relevante, en innumerables ocasiones las mujeres han tenido que acceder a las insinuaciones, peticiones o exigencias por parte de productores o directores. Otras más han tenido incluso que padecer violencia para entrar al mundo de la televisión, del cine o la música. El movimiento #MeToo que popularizó la actriz Alyssa Milano en 2017, retomando una frase utilizada antes por la activista Tarana Burke, para concientizar sobre el problema del acoso en contra de las mujeres, hizo emerger casos de famosas, muy famosas, que habían sufrido acoso sexual. Y no sólo en el medio del espectáculo, a medida que el movimiento se extendió también se dieron a conocer los casos de mujeres de la política que padecieron este tipo de agresiones. En la mayoría de los casos las acusaciones de las mujeres fueron contra una persona específica. Las denuncias fueron hechas por una persona específica contra alguien en particular, es decir, se hizo público el nombre de la acosada y el acosador. Probablemente el caso más famoso, antes de este movimiento, fue el del director de cine Roman Polanski, quien fue encontrado culpable de haber violado a una chica de 13 años en Estados Unidos. El director franco-polaco llegó a un acuerdo con las autoridades estadounidenses, pero, temeroso de que estas no cumplieran el acuerdo, huyó a Europa. Estados Unidos no logró la extradición; en Europa, el cineasta continuó haciendo películas y obteniendo galardones. Dos mujeres más presentaron denuncias en su contra por abuso sexual, la última fue en 2017, lo cual señalaba una conducta recurrente, a pesar de ello, todavía no se sabe si se presentarán cargos contra el director, actualmente de 85 años. Otros casos sonados han sido los del actor Bill Cosby, quien fue acusado por 60 mujeres de haber utilizado drogas para abusar de ellas. Todavía hay procesos en curso contra el actor de 80 años. El director de cine y guionista estadounidense James Toback fue acusado de abuso sexual por 300 mujeres. Y así, la lista se extiende. Cuando las mujeres de alto perfil público comenzaron a contar sus malas experiencias, otras se animaron a hacerlo también. Famosas como Viola Davis, Ellen DeGeneres, Rosario Dawson, Debra Messing, América Ferrara, Anna Paquin y muchas más respondieron a la propuesta de Milano quien afirmó que “si todas las mujeres agredidas o acosadas enviaran un tuit con las palabras MeToo se conocería la magnitud del problema”. Salieron a flote tantos casos que no fue posible ignorar el problema. Se trató de mujeres concretas que señalaban a un culpable. En varios casos un mismo acosador tuvo muchas acusaciones y se evidenció una conducta recurrente. La magnitud del problema no sólo ha tenido repercusión mundial mediática sino que ha llevado a proponer proyectos de ley que permitan a las mujeres presentar denuncias en forma más expedita, además de haber conducido ante la justicia a varios acosadores de mujeres. No hay antecedentes de que una denuncia anónima haya tenido repercusión legal. En México es todavía una pesadilla intentar presentar una denuncia por acoso. Persiste el asunto de la evidencia. Incluso en los casos en que hay pruebas contra el acosador, no existe garantía de que recibirá castigo. La legislación no ha encontrado el camino jurídico y operativo para castigar este delito tan frecuente. Si todas las mexicanas que han sufrido acoso enviaran el tuit correspondiente, se congestionaría esa red social. Hoy, el debate se reaviva en nuestro país con el suicidio del músico Armando Vega Gil, integrante del grupo Botellita de Jerez, quien anticipó su suicidio en una carta y afirmó que se debía a las consecuencias negativas que había tenido su vida por una denuncia anónima falsa de abuso contra una chica de 13 años. La muerte del músico está provocando que se enjuicie al movimiento MeToo, cuando en realidad lo que debería estarse debatiendo es cómo abordar el delito de acoso y abuso sexual. Cierto que una falsa denuncia puede hacer descarrilar la vida laboral de una persona, pero se desconoce cuáles fueron las consecuencias laborales precisas de la denuncia anónima de las que habla Vega Gil. Tampoco se sabe si hubo repercusiones familiares que no pudieron sortearse. Si la denuncia fue falsa y en efecto provocó el suicidio del músico es muy lamentable. También es penoso que una denuncia de tal naturaleza, en caso de ser falsa, no se haya podido abordar de otro modo. El impacto indudable que ha causado la decisión extrema de Armando Vega Gil no debería, sin embargo, anular la importancia del movimiento MeToo. En todo caso debería reconsiderarlo. Y tampoco debería inhibir la denuncia de acoso, como parecen sugerir algunos comentarios que se hacen en redes sociales. No se puede generalizar a partir de un caso. Es preciso hacer ver a legisladores e impartidores de justicia que han sido omisos para encontrar la fórmula que castigue a los acosadores y que tal omisión ha dejado a las víctimas sin recursos para obtener justicia.
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