TRADICIONES

Centro Médico Quirúrgico Santa Elena

La Semana Santa impregnada de ese ambiente de piedad universal, parece contraerse en los templos católicos de un consejo de respetuoso recogimiento, unido siempre en la suntuosidad popular extrema. En medio de un descanso nacional disfrutado en una familia, respirando tranquilidad después de las fatigas impuestas por el trabajo, el pueblo concurre a los templos a elevar su espíritu meditando los misteriosos de la Pascua del Señor, la dolorosa de la pasión y la gloriosa de la resurrección. La tradición de estos rumbos como de otros hidalguenses ha hecho que los cristianos reserven anticipadamente su tiempo, sus alcancías para disfrutar de la "feria" externa, de las prendas para cada día y circunstancia, sin descuidar el espíritu de piedad. En el archivo de la Asamblea Municipal, se dice que en 1900 existía una curiosa relación firmada por Juan Bautista Madrid, misionero franciscano, que proporcionaba la historia haciendo notar que en 1535 se publicaba con detalles la distribución que debía llevarse a cabo en "La Semana Mayor".

Aludía a los gestos erogados en ese tiempo, en "los frescos de pintura", hechos en las cinco Ermitas repartidas por los cuatro puntos cardinales de la nueva población , y de una comida "prorata" que se hizo a los Apóstoles antes de la ceremonia  de Lavatorio. Perecería que ahora fuera superflujo suministrar la comida a los miembros que desempeñan el honroso papel de Apóstoles el Jueves Santo, pero satisface encontrar esa noticia de que ya en aquellos tiempos se les ofrendaba a esos sujetos que prestaban un servicio religioso un homenaje sencillo y simbólico con carácter de Cena, costumbre añeja que posiblemente fue  traída de España.

El Pequeño Aposento.- La celebración de este acto es inmemorial, asegurándose que en Tezontepec fue introducida por los padres agustinos desde el siglo XVI y con esa misma posibilidad se cree que la llevaron a otros lugares en sus correrías apostólicas, porque consta que en los Estados de Hidalgo y Veracruz se ha acostumbrado empezar los cultos de la Semana Santa con la participación de esa ceremonia dolorosa a la que se ha denominado corrientemente "El Aposentillo". Esta ceremonia no tiene conexión cronológica de los siguientes misterios de la Pasión propiamente dicha, que se inicia el Jueves Santo por la tarde. El Aposentillo viene a construir en un prólogo conmovedor que prepara los ánimos a la piedad y recogimiento contemplando la patética figura de Jesús Nazareno en la actitud de un preso encarcelado, sometido a tormentos dentro de un simulacro de calabozo, atado a una columna pequeña, desnudo maltratado y sangriente.

Como en todas partes este acto ignominioso se ha celebrado el Martes Santo por la tarde en esta parroquia, pero en la actualidad, no sabemos desde cuando y porque este acto piadoso ha venido a celebrarse el Miércoles Santo hacía las siete de la tarde, con la elegante participación de "Las Resalías", y se sigue celebrando en otras parroquias de la misma manera. Muchos sacerdotes de la "nueva guardia" ha desechado esta práctica y otros completamente la ignoran, porque justo es reconocerlo, está fuera de la liturgia y de los misterios, viene a ser como desarrollo de las demás ceremonias de Semana Santa, sin embargo, quienes la hemos celebrado, se ampara en la bella tradición de nuestros pueblos cristianos, compenetrados del dolor sufriente de Cristo. Dentro de la misma celebraciones religiosas de Tezontepec es está a la que nos hemos referido que es el Aposentillo.

En tiempo del General Rafael Cravioto cuando fue gobernador del Estado de Hidalgo (1877-1901), el señalamiento histórico, es sólo para centrar la noticia, se dice que Tezontepec ocupó el curato de un sacerdote italiano "muy cantador y entusiasta de la Orden de los Concepcionistas, a quien llamaba Fray Antonio Guido Stéfano", muy aficionado a la historia, pero al constatar la importancia que se le daba a la celebración del Aposentillo, se le hizo fácil asegurar que esa ceremonia él la había instituido, lo que históricamente es inadmisible. En ese tiempo preciso había en Tezontepec otro señor a quien cariñosamente llamaban  "el tío coche" que fue uno de los organizadores del grupo femenino de "Las Resalías", que actúan en la ceremonia del Aposentillo, pero nuevamente sale el mismo religioso Fray Antonio Guido atribuyéndose la fundación de esa agrupación de señoritas apartando como razón, que era él muy devoto de Santa Rosalía de Palermo, a la que consagró un pequeño altar en la Capilla donde se encuentra ahora el Bautisterio. No podremos negar que fuera devoto de Santa Rosalía de Palermo, y que ocupara el Bautisterio para rendirle culto personal, pero que haya instituido "las Resalías" es otra cuestión.   A estas las encontramos en otros lugares, en Tlahuelompa, Hgo., misión fundada por los padres franciscanos desde el principio de 1700, ya se tenía la organización que aún perdura. En Meztitlán, Misión Añeja Agustiniana con hermoso convento también las señoritas dan realce a su festividad del 4 de Julio ornamentado el altar en sus laterales con su presencia y vestuario regional, todo esto pone en evidencia a Fray Guido de querer atribuirse instituciones religiosas que datan de siglos atrás.

Los Evangelistas (Mc. 14.65; Mt. 26. 67-68; Jn. 24. 28), dan testimonio de que de media noche del Jueves al Viernes del mes de Nizán, Jesús fue introducido en un lugar donde los soldados y enemigos se "pusieron a escupirle, le cubrían la cara y le daban bofetadas, y después de la mañana, cuando lo entraban sus enemigos, el Procurador Poncio Pilato, este mandó azotarlo en un lugar oculto donde los soldados, después de propinarle los cuarenta azotes menos uno (39) trazaron una corona de espinas, se la pusieron a él en la cabeza y le vistieron un manto púrpura y le daban de bofetadas y le decían: "salve, Rey de los Judíos". En Roma se conserva aún la columan de mármol en que el Señor fue atado para ser azotado, columna pequeña, como de cincuenta centímetros de altura, con el fin de que el reo quedara expuesto en sus espaldas a recibir los golpes.

Las escalinatas de mármol blanco en que se muestra el sitio en que cayeron gruesas gotas de sangre divina que escurría de sus miembros destrozados, se conserva todavía en Roma. Como se ha dicho, es lugar "estrecho, pequeño y miserable", donde ocultaron al Señor como reserva para el día siguiente, de ahí esos sufrimientos físico y morales de Jesús soportados en ese lugar inmundo sin importancia y el que la piedad cristiana no ha querido soslayar y no solo lo recuerdan sino que lo conmemoran con inusitada piedad y le dedica esta ceremonia exclusiva y única, contemplando la sagrada imagen el "Divino Progreso" (del que se dice es patrón Principal de la Diócesis del Sur), y que de muchos años a esta parte se ha llamado de "El Aposentillo".

En la generalidad de los pueblos donde se celebra la Semana Santa y practican las procesiones, se acostumbra hacer sonar determinados instrumentos musicales populares, siendo los más comunes, el tambor, la flauta de carrizo elaborada rústicamente, las matracas y desde el siglo XVI "la fanfarria o el clarín". A quien se le ha llamado "clarín o trompeta" que introdujeron los padres agustinos para suplir las campanas, que no había, empleándolas aún para otros actos religiosos. Las campanas vinieron a procurarlas los padres jesuitas después de mediados del siglo XVIII, que compraron de su propio peculio. De unos años ha esta parte se ha introducido la costumbre de tocar el clarín (o trompeta), en las azoteas del templo, todas las mañanas de los Viernes de Cuaresma por un hombre que ejecuta una melodía lúgumbre durante una hora, como preludio de preparación del ánimo del pueblo cristiano para la celebración de la Semana Santa. Pero no tiene solo esa finalidad, sino cristianamente las recuerda que se debe guardar o el ayuno o la abstinencia de carnes.

Ese mismo hombre con la misma melodía, la va repitiendo con la procesión del Domingo de Ramos y del Viernes Santo en su metálico clarín, acompañado del flautista y del otro que toca el tambor a ritmo marcial. Todo este conjunto de músicos anónimos del pueblo actúan con cristiana devoción, contribuyendo con ritmos lúgumbres a que se guarde silencio y recogimiento en un ambiente impregnado de religiosa tristeza por los  misterios que se van desarrollando. En ceremonia donde Jesús es sentenciado a muerte por Pilato, un jinete va montado en un caballo adiestrado previamente, enjaezado a la romana y va y viene entre las filas de soldados, centuriones y abanderados, pregonando la sentencia dictada, mientras los Sumos Sacerdotes están en una esquina cuchicheando con el Nazareno. La chusma responde invariablemente con un largo y estruendo toque de matracas y cadenas. Son costumbres heredadas de las procesiones andaluizas españolas de las que ya se ha escrito mucho.

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