Abril 23 de 2018

“…desde aquí todos los candidatos se ven como los conejos, muy chiquitos y
muuuy pendejos…”

manda decir Wences Angulo desde la Estrella Polar donde pasó el fin de semana.

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Vamos y venimos, pasamos indiferentes de largo -a un costado- desde siempre escuchamos leyendas, afirmaciones, presumimos su enormidad y, pese a todo es tan poco lo que sabemos de Teotihuacán, comenzando por su nombre verdadero que no es el impuesto por los aztecas.

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Tampoco los aztecas se llamaban así; ellos eran mexicas; los aztecas son inventos modernos, sobre todo desde el siglo pasado.

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Nadie sabe cómo era el habla de los pobladores de Teotihuacán, ni de dónde llegaron para establecerse y comenzar la construcción 500 años antes de Cristo, de la ciudad más grande del continente en sus tiempos con sus 200 mil habitantes, en un territorio de 32 km2, de los cuales van, tal vez, explorados un 5%

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Prevalecen los enigmas principales: por qué fue abandonada casi de golpe la gran ciudad, a causa de una guerra civil, alguna epidemia mortífera, aniquiladores incendios provocados, en esas investigaciones a conciencia está un extraordinario equipo de arqueólogos mexicanos, metidos de tiempo completo trabajando en esos descubrimientos, cada día más sorprendentes y apasionantes.

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Las técnicas de construcción de las pirámides son originales, según van revisando los expertos, sin faltar los entierros rituales de unos 277 individuos, entre personajes de alcurnia y riqueza, junto con mujeres, militares y público en general.  Todos bien ordenados, con atuendos y abalorios propios de su rango y actividad, colocados en el centro de la base de la gran pirámide; eso sí: decapitados brutalmente, atados de pies y manos.

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Por el ADN de los esqueletos, los ropajes y adornos, más de uno de  los muertitos era de los rumbos guatemaltecos; fueron comerciantes de jade y obsidiana (*) consistente base de la enorme riqueza de los comerciantes gobernantes de la ciudad, donde vivían lujosamente como puede comprobarse al revisar las paredes ricamente decoradas de las casas principales, la cerámica, contrastando con la inicua miseria del resto de los pobladores, muertos de hambre, según se van analizando los esqueletos ahí encontrados… como acontece en el mismo sitio en pleno Siglo XXI.

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(*) La Sierra de las Navajas, aquí en Hidalgo, era la fuente del bienestar de los teotihuacanos, o como se llamarán, por la calidad y cantidad de la obsidiana y su habilidad para hacer cuchillos, puntas de flechas, lanzas, adornos personales y para usos rituales, levantaron todo un desarrollo empresarial.

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Este catrín con cara sácalepunta se llamaba Leopoldo Batres. Nació en la Ciudad de México en 1852 y es el primer arqueólogo moderno mexicano

Porfirio Díaz, para las celebraciones a todo tren el primer centenario de la independencia, ordenó al arqueólogo Leopoldo Batres, en 1905, despejara la pirámide principal que parecía un cerro, para presumirla al mundo todo. Este camarada dedicó 5 años a esa chamba monumental, haciendo algunos destrozos y componiendo de mala manera la fachada de la gigantesca construcción, hace 113 años.

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Veamos atentos esa zona donde está casi todo por saberse y, les aseguro, es más interesante que las vaciladas patrioteras –repetitivas en los temas precolombinos- que nos cuentan; nada de Calzada de los Muertos, ni Tonatiuh, menos Tláloc o Quetzalcóatl y demás deidades balines, tampoco el Quinto Sol.  La realidad supera la imaginación, en esta ocasión mucho más atractiva.

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Un programa del Canal 11, dedicado a temas turísticos se llama, precisamente “los once más…” el dedicado al estado de Hidalgo recorre --sin profundizar- once lugares; ni por error mencionan Tulancingo, quedándose el reportaje en Xoxafí, Actopan, Ixmiquilpan, Epazoyucan, Pachuca, Huasca, El Chico, Tula, Apan, Tolantongo y como la joya del estado: Real del Monte. ¿Habrá mano prieta en este rollito? ¿Cómo la ven?

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“…mi amigo Guillermo Martínez, tenía un tío que trabajaba en Ferrocarriles Nacionales de México; el tío le platicó que como los barones del dinero tanto nativos como de extranjía, compradores de las diversas rutas férreas- algunas a precios inferiores a los que se podrían obtener vendiendo los rieles al kilo- las querían saneadas financieras y laboralmente.

Se reunieron los ejecutivos para ver de qué manera podían ir eliminando gastos innecesarios.

Alguno tomó la palabra y propuso: - ¿qué tal si comenzamos por quitar de la nómina a los trabajadores con más de cien años de edad?

Ferronales tenía cantidad de trabajadores que desde la tumba seguían cobrando su salario, eso sí, muy contentos.

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“…la robolución se preocupaba tanto por la clase trabajadora que hasta en la tumba los seguía manteniendo…”  ¿Qué te parece? Me pregunta mi memorioso amigo, conocedor de secretos regionales.

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Wences Angulo

Por no dejar, se asomó desde las alturas para ver el debate de los mequetrefes candidatos a la presidencia del país, Wences Angulo, solo comentó:                         

“…Señor, líbranos de los pendejos

con iniciativa…”

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