Perspectivas
16
de julio del 2009
Lección de Civismo
9 julio del 2009
Ahorritos
2 de julio del 2009
¿Circo sin pan? 25 de junio del
2009
Versada jarocha en la academia 17 de junio del 2009
Los lloriqueos
4 de
junio del 2009
Él, Caballero, Fortson 28
de mayo del 2009
Campañas S.A
Tache a la anulación del voto
14 de mayo del 2009.-
Madres e hijos
7 mayo del 2009
Influenza: sobredosis de información
as chicas superpoderosas
Songo le dio a Borondongo
Vivir en el error
SUPERMAN
Ni moza ni musa
Periodismo para mujeres
Yo tenía un chorro de voz
Nuestro siguiente programa: IFE
Porque lo digo yo
Animales y
hombres
Caminos de
Guanajuato
Equi…¿qué?
Siembra
Guerra de baja
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Al fondo a la derecha
Fuentes
Como te ven te votan
Vamos ganando
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Son lo que son
Seguridades sobre la
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El cuero y la camisa
Tienes un mensajito
Usted disculpe
Limpieza
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Más transparencia
Con b de
burro
Los ahorritos
Fitoactivos y nanoesferas
Democracia digital
Palabras bajo sospecha
Ibargüengoitia
Españolas y españoles; ministros y
ministras…
Involúcrame y lo aprendo
Verosimilitud, ficción y realidad
Si acaso te ofendí, perdón
Mujeres y comunicación
Zona Retro
Equidad
Publicidad;
La Hillary
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Soy narco pero
decente
La Política en Tacones
De Pilar Ramírez
Ramírezramirez.pilar@gmail.com
23
de julio del 2009
Hace unos días fui al cine a ver la película Enemigos
públicos sobre la vida del famoso asaltabancos estadounidense John
Dillinger, a quien da vida el actor Johnny Deep; cerca del final, cuando
su captor, el agente del FBI Melvin Purvis, le tiende una trampa para
atraparlo a la salida de un cine –como realmente ocurrió con Dillinger-
se percibía en la sala la tensión que provocaba la escena y una especie
de espera a que el ladrón pudiese echar mano de uno de sus trucos para
escapar una vez más de la policía. No en vano el protagonista es el
sex symbol Johnny Deep, con eso, de entrada, el público se coloca
del lado del antihéroe; Purvis era listo pero simple, sin gracia.
Ésta es otra película que se suma a la enorme producción
que ha realizado Estados Unidos sobre sus delincuentes, un tema que ha
ejercido por mucho tiempo una gran fascinación entre el público y entre
los realizadores de cine y televisión. Ladrones y mafiosos reales o de
ficción han llenado horas en las pantallas grande y chica. Los forajidos
del viejo oeste como Billy the Kid, Jesse James o Kate “Ma” Baker han
tenido un impredecible homenaje en varias películas. Los personajes y el
tema de la mafia, sin embargo, son quizá una parte de la cultura popular
estadounidense que por más tiempo ha hecho presencia en las pantallas y
que continúa teniendo una amplia aceptación.
Algunas de esas realizaciones han pasado a formar parte
del cine de culto como la trilogía de El Padrino, pero hay otras
memorables, desde El halcón maltés de John Huston, basada en la
novela de Dashiell Hammett a la que se le considera iniciadora del cine
negro, pasando por Érase una vez en América de Sergio Leone,
Buenos muchachos, El honor de los Prizzi, Casino y
Cotton Club hasta las relativamente recientes como Pulp Fiction,
Los intocables, Analízame y Los infiltrados. Esto,
sólo por hablar de las famosísimas, pero hay una enorme producción que
no alcanzó la popularidad de éstas y sin embargo goza de mucho público
en el circuito comercial del DVD. Con ellas, un amplísimo público ha
hecho suyas las vidas de Al Capone, Bugsy Siegel, Frank Costello,
Baby Face Nelson, Vito Corleone o Tony Montana.
La televisión también ha hecho lo suyo en este terreno
con series como Los años sin ley, Los intocables, Historias de crimen
y Los Soprano. Ese conjunto de producciones han propiciado la
idealización de los delincuentes a quienes se les reconoce inteligencia
y liderazgo por su capacidad para evadir a las autoridades y muchas
veces ridiculizarlas. Esa idealización que linda la frontera con la
admiración no ha quedado en el plano contemplativo de los productos
mediáticos. Por ejemplo, en la ciudad de Chicago se venden una gran
cantidad de productos relacionados con Al Capone: el culto al jefe de la
mafia es un atractivo turístico. Por otro lado, David Chase, el
productor de la serie Los Soprano afirma que en la historia puso a Tony
Soprano, el protagonista, a cometer actos terribles para recordarle a
los espectadores que se trataba de un delincuente, porque tenía tal
aceptación que el público insultaba al actor que personificaba el agente
del FBI que intentaba atraparlo.
Un terreno más en el que México no ha sido competitivo,
aquí Chucho el Roto ha sido casi el único delincuente cuya vida ha
merecido la atención de los medios, quizá El tigre de Santa Julia y a
últimas fechas Jesús Malverde, a quien se le considera santo patrono de
los narcos y cuya veneración crece con la proliferación de corridos con
el tema del narcotráfico y los mitos que se han construido alrededor de
su vida y de su muerte. Más allá de la trascendencia que hayan logrado
los delincuentes mexicanos, comparten con sus pares estadounidenses la
admiración que causa su desafío a las autoridades, sustentada en la
enorme desconfianza que provoca tal autoridad, especialmente en México,
donde, a diferencia de los delincuentes, se considera que muchos
servidores públicos tienen conductas ilícitas en las que gozan de total
impunidad y las cometen sin ningún tipo de riesgo.
La mayoría de los infractores de la ley cuyas vidas ha
exaltado el cine, la televisión o la música han creado un código de
ética en el que respaldan sus actividades ilícitas que posiblemente no
las justifican pero generan simpatía entre la población, como el hecho
de que Chucho el Roto robara a los ricos para dar a los pobres, lo mismo
que se dice hacía Jesús Malverde. Hace pocos días, el gobierno federal
detuvo a un presunto miembro de la organización delictiva La Familia,
conocido como La Tuta, quien afirma que su grupo tiene un código
de ética que incluye el respeto al Presidente, a la familia y no matar o
secuestrar personas por una paga, y hasta se da el lujo de proponer una
negociación con las autoridades. ¿Cómo percibe a este personaje la
sociedad? Quizá no con un rechazo absoluto porque existe una gran
desconfianza en la actuación de las corporaciones policiacas.
A pesar de que el Presidente Barack Obama comparó al
Presidente Calderón con Elliot Ness en su lucha contra el narcotráfico,
el mandatario mexicano no logró los puntos de popularidad que le
hubieran permitido elevar la votación de su partido que apostó a la
figura presidencial y su lucha contra el crimen organizado. ¿Será parte
del mismo escepticismo? Recientemente, el presidente del Tribunal
Superior de Justicia del Distrito Federal, Edgar Elías Azar, reconoció
que los jueces tienen mala imagen “porque tienen la cara sucia”, aunque
muy probablemente ésa no sea la parte de su anatomía con más mugre.
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