Agua

Excalibur por José Manuel Toscana

Agua, tema de moda, cada día más deseada, el Agua, su ausencia nos tiene contra la pared por el descuido abusivo que hacemos de ella.

Sin ella no hay vida, pero como la vida no vale nada, el Agua tampoco y así la tratamos.

Medio mundo sobrevive con raciones mínimas  de Agua, el resto la desperdiciamos y contaminamos brutalmente, convirtiéndonos en suicidas irredentos.

En Xicotepec, como otros lugares privilegiados, el Agua ha sido una presencia maravillosa, constante, sin la cual no imaginamos estos parajes, pues aquí nos llueve, brota, escurre, es rocío, humedad permanente y, sin embargo no tenemos Agua en la medida necesaria.

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Recuerda, ante incontables, asombrados, discípulos, cómo llegaban ataviados los machos a los duelos mortales por asuntos amorosos, Wences Angulo “—Con espada de punta gorda y encuerados”.

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Muy pocos manantiales sobreviven a la barbarie arrasadora de los bosques en la serranía poblana, donde se ubica Xicotepec; así como nacen se pierden en la inmundicia de los arroyos contaminados por drenajes municipales y la excelente cooperación del vecindario especializado en colocar cuidadosa, constantemente, llantas, colchones, plásticos, botellas y basura multicolor logrando fastidiar toda el agua habida y por haber, sin que se diga o haga nada para cambiar esta criminal forma  de ser.

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Los brotes de Agua purísima sobrevivientes  al desastre, aun podrían remediar la carencia que padece Xicotepec pero, ni en sueños, son tomados en cuenta por los organismos dedicados al control y abasto del agua potable.

Prefieren embarcarse en proyectos enormes, alejados de la realidad que ahoga cuanta iniciativa funcione a base de dineros caudalosos, recursos que “jamás” llegarán por estos rumbos ignorados, pues la Sierra Norte, ya no es negocio, salvo para los metemanos tradicionales que recortan cuanto pueden los esmirriados fondos destinados al entretenimiento del hambre generalizada.

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Los buenos deseos, infundados, pese a las afirmaciones oficiales, no harán el milagro de revivir la  zona industrial nacida a partir de Irolo, en los maravillosos Llanos de Apan.

Escogido el rumbo por mera casualidad, originalmente el proyecto iba para Tlaxcala, por aquellos tiempos cuando los tinacales, las haciendas de toros de lidia, sembradíos de trigo, cebada, maíz, estaciones en las haciendas y pueblitos perdidos enlazados sólo por las vías de los ferrocarriles Mexicano y Nacionales de México, eran el paisaje bucólico de un México sucumbido a cambio de nada, según el balance final de los primeros cincuenta años colmados de fracasos, abusos, latrocinios y desmadres imparables, que fueron convirtiendo a esa zona hidalguense en una especie de leucemia incurable.

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Los asiduos perpetradores del fracaso de cuanta industria sentó sus reales en los legendarios cebadales hidalguenses, van juntos, tomados de la mano, en bandas facinerosas integradas por direitores llegados por recomendación desde muy arriba, líderes charritos, obreros estafados, y capitalistas estafados, varios complejos extranjeros como la Fiat, la Renalut, la primera fábrica de máquinas de  coser Sidena, japonesas -malísimas- Komatsu, etc.,  que salieron pitando incapaces de soportar y entender los disparates que llevaron al rotundo fracaso de cuanta empresa arriesgó sus  capitales, nombre y experiencia en esos parajes.

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Caprichos todos, ordenados desde lejos, acatados mansa, lacayunamente, por los que, suponíamos, defensores del  patrimonio hidalguense, fueron dejando secuelas que ahora pagamos duramente; como los establos lecheros instalados en Tizayuca, por los purititos tompeates del loco luis echeverría, que no le importó dejar al frente del paquete a uno de sus jijitos cuervo por muchos años.

Trozó, desmanteló, los establos de Tulancingo y  otras regiones afines para la producción ganadera, como era tradicional, ahora la zona lechera de Tizayuca, es una bomba costosísima, estorbosa, casi imposible de remediar de  manera racional, viable económicamente.

Otra ocurrencia, a saber por qué, llegada desde arriba, corresponde al plantel industrial de Napateco, en la mejor zona de Tulancingo, ahora convertido en un ejemplo nefasto para cualquier inversionista que, atarantado, quisiera traer dinero para invertir en este pueblote desvencijado.

Por amor propio, por imagen, por lo que más quieran, hay que remediar esa afrenta que pesa más de lo que imaginan sobre los cansados, abatidos, hombros de Tulancingo.

Líos entre socios, quebrantos financieros, salarios perdidos, desencanto y rabia ante la impotencia que da el saber perdido el futuro que llegó a vislumbrarse en ese recinto industrial diseñado, presumían, para contratar 2 mil personas en su primera etapa.

Nadie sabe, ni supo, a nadie parece interesarle encontrar solución al estigma lacerante que, por ahora, es el rostro más difundido de Tulancingo. ¿Hasta cuándo?

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Cerradas para siempre las minas de plata en Hidalgo, deja la minería regional un enorme vació en los mercados consumidores  de oro y plata, cuya demanda crece desenfrenada en la medida de los éxitos económicos de la India y China, cuyas poblaciones gustan adornarse con estos metales preciosos.

Se abren, ahora mismo, enormes minas de plata en Sudamérica para atender la  demanda llegada del Oriente, pero por nuestros rumbos, como la empresa líder fue mero botín de cuates de los presidientes mexicanos, nada queda para aprovechar el auge.

Aquí, todo lo relacionado con las minas de Real del Monte, fue botín. La enorme riqueza de los bienes raíces, las concesiones, los predios industriales fue el verdadero negocio de los que llegaron al saqueo oficializado, claro, bien apoyados por, otra vez, la mafia lideril por ahora encabezada por un seudolider júnior, heredero de un ladrón legendario, al peor estilo de Fidel Velásquez. ¿Hasta cuándo?

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Como vamos viendo industrializar un estado, como Hidalgo, no es asunto de buenos deseos y declaraciones oficiales, al estilo de la administración anterior. La Historia, condena a Hidalgo.

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López Mateos, allá por los finales de los años 50, reunió a los industriales textiles del país, invitándolos a modernizarse pues el mundo necesitaba productos textiles y que esa oportunidad era única en la historia.

Los capos de la textilería mexicana, pidieron mejor que fueran cerradas las fronteras y por 30 años, fuimos cautivos de su ineficacia.

Ahora se quejan de la competencia internacional; demasiado tarde.

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En 1506, anoche ha dictado su último testamento. Esta mañana preguntó si había llegado el mensajero del rey. Después, se durmió. Se le escucharon disparates y quejidos. Todavía respira, pero respira bronco, como peleando contra el aire.

En la corte, nadie ha escuchado sus súplicas. Del tercer viaje había regresado preso, atado con cadenas, y en el cuarto viaje no había quién hiciera caso de sus títulos y dignidades.

Cristóbal Colón se va sabiendo que no hay pasión o gloria que no conduzca a la pena. No sabe, en cambio, que pocos años faltan para que el estandarte que él clavó, por vez primera, en las arenas  del Caribe, ondule sobre el imperio de los aztecas, en tierras todavía desconocidas, y sobre el reino de los incas, bajo los desconocidos cielos de la Cruz del Sur.

No sabe que se ha quedado corto en sus mentiras, promesas y delirios.

El Almirante Mayor de la Mar Océana, sigue creyendo que ha llegado al Asia por la espalda.

No se llamará el océano mar de Colón. Tampoco llevará su nombre el nuevo mundo, sino el nombre de su amigo, el florentino Américo Vespucio, navegante y maestro de pilotos. Pero ha sido Colón quien ha encontrado ese deslumbrante color que no existía en al arco iris europeo. Él, ciego, morirá sin verlo.

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Una vez más, lleno de gratitud, emocionado hasta el meollo, doy gracias a nuestro supremo gobierno por las delicias con la que ilumina mí existencia.

Eso de hundir un viejo barco a tiros de misiles viejos y fallar uno de dos, es algo que no se da en maceta ni en cualquier lado.

Nuestra desastrosa Marina Nacional, cuyo emblema supremo es una calle vieja de la vieja ciudad de México, se soltó el pelo y festejó su día, tronando cuetes viejos traídos de arsenales judíos  en remate.

Todo fue una broma, menos el costo de la balitas balines: Un millón de dólares. ¡Órale!

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Advierte, el gozador Wences Angulo: “—Ladrón que roba un nido, permanece unido”.

7/6/2005

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