Otra vez el Agua: José Manuel Toscana

El Agua de Tulancingo, está en el ojo de la competencia por tenerla -como si fuera un don inagotable- ahora peligrando por las negras intenciones- muy adelantadas- secarán la estropeada laguna de Tecocomulco, maravillosa fuente de Agua para lo que un día fue el valle esmeraldino, ante la incapacidad de los mil y un desgobiernos estatales que ha padecido la región, otrora productora de leche y miel.

Desde los tristes tiempos echeverrianos, pusieron la mirada y las acciones federales, sobre el Agua deTecocomulco para llevársela; ya lograron secar más de la mitad del lago que se concentraba en ese cráter gigantesco que hizo posible el emporio que fue Tulancingo, y que ahora se juega el mañana cuando le arrebaten lo poco que resta.

Ejemplos atemorizantes, los que quieran, como esos pozos de ignominia que secan el fondo del inmenso campo, más de cien mil hectáreas, que va de Pachuca a Tizayuca, llevando el líquido para las zonas conurbadas el pudridero insoportable en que está convertida la zona metropolitana de la capital federal. De paso arruinaron un valle excelente para cultivar granos todo el año, entre otras ventajas y fuentes de trabajo. Luego, el desierto les gustó para el negocio del siglo con el campo aéreo, juguete financiero de nuestros próceres voraces. En esa zona la miseria campea, molacha, sucia, prostituida a los postores que llegarán por el Arco Norte recién estrenado, Ya verán.

Valle de Bravo, agoniza por la misma voracidad por el Agua de ese paraíso decadente, como otros tantos lugares privilegiados que fatalmente rodean el Anáhuac, que irónicamente significa “entre dos aguas” y lagunas mil como Chalco, Lerma, Chapultepec, Xochimilco, Zumpango, Texcoco y siguen más extenuadas, sucias, inservibles. Eso es el progreso… improductivo.

Convertido en un dormitorio desvencijado, Tulancingo fue perdiendo el encanto del Agua en abundancia que sostenía las praderas siempre verdes, tachonadas con rebaños lecheros de buena raza; ahora algunos nostálgicos se reúnen intentando retornar a los tiempos de la afamada cuenca lechera, antes de que los desgarriates oficialistas desmantelaran la industria lechera de mala manera, pues a base de imponer políticas agropecuarias ordenadas desde las rodillas improvisadas de funcionarios ajenos a la realidad, basta revisar los cuadros directivos de la enorme plaga burocrática que nos mangoneaba formada con familias enteras, como los rodríguez adame, en aquellos tiempos entre otros próceres afortunados incrustados en los presupuestos agropecuarios. Hoy como ayer.

Quebrantados los estableros, siempre en la retaguardia, se fueron diluyendo los ranchos ganaderos y la tradición -casi centenaria- de la cuenca lechera de Tulancingo; la mayoría de los predios han corrido la suerte colonizadora de fraccionamientos chafas que se inundan -a tiro por aguacero- esperando arribazones de ciudadanos empobrecidos por la triste situación que atravesamos desde hace ya muchos años.

Tulancingo es un ejemplo redondo de una comarca en desgracia plena, repleto de programas tan mentirosos como inconclusos de toda laya.

Los hacedores milagreros de queso del vecindario no necesitan leche fresca de vaca para elaborarlos; con leche en polvo importada y alguna química de mala factura, logran el engaño de la quesería regional, cada vez más corriente y en franca retirada ante los quesos importados y otros artesanales que hacen productores de calidad muy superior, y los elaborados por las grandes factorías internacionales, dueñas de casi todo lo valioso que resta de nuestro país destripado.

Además el Agua que utilizan estos seudo queseros, es de calidad deplorable, no se diga el resto de los elementos empleados, y la contaminación por los deshechos vertidos al puro chilacatazo es un ejemplo de refinada brutalidad ecológica; si no lo creen dense una vuelta por los caminos que van entre los poblachos donde se fabrican los venenos blancos: la pestilencia, el mosquerío y la degradación de las tierras son de primerísima estupidez.

En estos tiempos ya es un sueño guajiro querer regresar a Tulancingo esos tiempos, huidos sin remedio, pues el Agua abandona a la región por órdenes superiores y la incuria de sus habitantes, quienes pronto llorarán por su indiferencia antes la tremenda realidad de la imparable sequía provocada.

Disfruten, mientras perduren los vestigios del paisaje decadente de este valle agonizante; pronto será una mala copia del otro llamado de la Muerte, allá por la frontera norte.

¿Dónde y cuándo nos perdimos? ¿Qué hemos hecho con ese raudal que fue Tulancingo?

“… el pasado ni se olvida ni se aleja…”

Avisa Wences Angulo, desde la Floresta destrozada en un Tulancingo taciturno.

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